Si la acumulación de conocimientos y títulos universitarios por si solos proporcionaran sabiduría, nuestro mundo sería mejor. No obstante, es todo lo opuesto, cuánto más preparación académica tienen las personas, más alarde hacen de torpeza y falta de capacidad para resolver los problemas.
Entiéndase la sabiduría como un don o habilidad para percibir, entender y aprender de todo lo que nos rodea. Es una habilidad que se nace con ella o se adquiere a través de la preparación académica y la experiencia que nos dan los años de vida.
Es por ello que vemos gente muy preparada académicamente que no resuelven ningún problema, ni siquiera saben escuchar a los demás; y por otra parte, observamos personas comunes con poca preparación que saben tomar las mejores decisiones en la vida.
El mundo está lleno de gente con muchos títulos: engreídos, prepotentes, que creen que son más inteligentes que los demás… ¡Viven en una burbuja dónde sólo existen ellos! ¡El techo se les viene encima y no se dan cuenta! ¡Se estrellan tanto con la misma roca, que no podrían vivir sin ella -la roca!
No vamos a ir en contra de la corriente. Si esta gente con los años que tienen de trabajar y los títulos que poseen, no han adquirido ¨sabiduría¨, es muy difícil que ahora a una edad mediana comprendan lo que es sabiduría -ni siquiera les interesa- y si la consiguen es un ¨milagro de Dios¨.
La única solución es que le pidan a Dios, mediante una oración de Fe, un cambio de vida y sabiduría; así podrán entender porque en lugar de solucionar los problemas, lo que hacen es enredarlos más.
¨También vi esta sabiduría debajo del sol, la cual me parece
grande:
una pequeña ciudad, y pocos hombres en ella; y viene contra ella un gran rey, y
la asedia y levanta contra ella grandes baluartes;
y se halla en ella un hombre pobre, sabio, el cual libra a la ciudad con su
sabiduría; y nadie se acordaba de aquel hombre pobre.
Entonces dije yo: Mejor es la sabiduría que la fuerza, aunque la ciencia del
pobre sea menospreciada, y no sean escuchadas sus palabras¨.
Fuente: Libro de Eclesiastés, cap.9, verso 13-16
Por: Eric Aragón
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